sábado, 18 de diciembre de 2010

Villa O´Higgins (Chile, perdido entre los hielos continentales)

Me encuentro en Villa O´Higgins, disfrutando del calor de una estufa y la comodidad de una camita. El albergue Mosco es una acogedora cañaba de madera con olor a colono de tierras inhóspitas, inexploradas, y es agradable ver la lluvia caer a través de las ventanas mientras leo, escribo y alimento con leña de lenga la cocina económica. El bien merecido descanso del jinete,... que no de la yegua, como comprenderéis más adelante.
La salida de El Chalten fue difícil, en apenas cinco días me había encariñado de Hugo, Mariana, Merce y los pequeños Goleth y Nehuen, que me dijeron adiós con pena, preguntando sin comprender si de verdad me tenía que ir... pero si, debía irme, la ruta me llamaba. Partía además con el ánimo enardecido por las lecturas que me proporcionó Hugo, relatos de Shackleton, Scott, Amundsen y otros exploradores de la Antártida, ejemplos (algunos, los que lo lograron…) de supervivencia en las condiciones más duras con las que la naturaleza nos reta. Así que un mediodía, con las alforjas llenas de víveres y las lágrimas apenas contenidas, dije adiós a mi hogar en el Chaltén y me encaminé hacia el norte.
Chaltén, la montaña que echa humo.
Desde El Chalten galopé cuarenta cómodos kilómetros hasta la Laguna del Desierto, en un recorrido que se volvía más boscoso tras cada recodo, más salvaje conforme me adentraba en un valle que se estrechaba poco a poco, siempre con la imponente y vigilante silueta del Fitz Roy recortándose a mis espaldas. A última hora de la tarde llegué a la laguna y, tras pasar con aire distraído por delante de un camping y la caseta de los gendarmes, acampé en el bosque junto a una pequeña playita. Esa noche el sueño me alcanzó pensando en la dura jornada que me esperaba al día siguiente, en que debía bordear la laguna por un sendero sólo apto para caminantes,… o eso decían.
La Laguna del Desierto es un lago de 12Km de largo, donde se acaba la carretera que llega desde El Chalten. Más allá no hay nada, o apenas nada, mas que una inverosímil travesía para llegar a Villa O´Higgins, ya en Chile. Existe un sendero para bordearla por su margen izquierda, además de un barco que en media hora, previo pago de 90 pesos, te planta en la punta norte… ¿pero qué hubiera pensado Shackleton si me viera tomar el barco? Sin pensármelo demasiado opté por el sendero. Craso error, como tuve tiempo de comprobar a lo largo de los dos días siguientes.
La Laguna del Desierto. Al fondo el Fitz-Roy.
Tras cruzar un pequeño puente colgante, que se tambaleaba amenazadoramente sobre un río de rápidas aguas, un sendero estrecho y empinado, lleno de rocas y troncos caídos, se internaba en el bosque; la pesadilla de cualquier cicloviajero. “¿Por qué no te diste la vuelta entonces?”, os preguntaréis alguno… pues porque minutos antes había dicho, ante cuatro personas que me miraron con incredulidad, que iba a cruzar por ese camino. Y uno tiene su orgullo, aunque a veces le cueste caro. Muy caro, rediós. Amunilio (como a veces la llamo en la intimidad de las solitarias noches patagónicas), que es buena yegua pero a veces terca como una mula, se plantó y dijo que nones, que ella no pasaba por ahí, y que yo vería cómo me las apañaba. Pues no quedaban muchas opciones: con un poco de cinta americana, unas correas, la esterilla y las dos alforjas delanteras, al más puro estilo McGiver, improvisé una mochila, y con las dos alforjas traseras colocadas a modo de bandolera inicié la caminata. Formidable Yegua, mientras tanto, se quedó paciendo plácidamente a la orilla del río. Yo caminé cerca de cuarenta y cinco minutos, sudando la gota gorda con los casi treinta kilos que llevo en las alforjas, cruzando arroyos y riachuelos, subiendo y bajando, saltando árboles caídos y hundiéndome en el barro hasta los tobillos en las numerosas zonas empantanadas con que me encontraba. Al cabo de ese rato dejé las alforjas y, con paso ligero, volví sobre mis pasos a por Aluminio, que esperaba rumiando su pasto y su mal humor, echándome en cara mi tardanza. Y el mundo al revés, señoras y señores: una yegua montando a su jinete. Con Aluminio sobre mis hombros repetí el camino, cruzando arroyos y riachuelos, subiendo y bajando, saltando árboles caídos y hundiéndome en el barro hasta los tobillos, hasta encontrarme de nuevo con mis alforjas. Un poco de chocolate, un trago de agua, un cigarrito y, de nuevo con las alforjas, otros cuarenta y cinco minutos de camino. De nuevo vuelta a por la bici. Otros cuarenta y cinco minutos de caminata. Parada y fonda. Y otra vez marchar con las alforjas… Hasta cuatro veces repetí esta operación, hasta que a eso de las seis de la tarde, agotado y desanimado al comprobar que sólo había avanzado poco más de la mitad de la laguna, monté la tienda, devoré una frugal cena y me dormí, todavía con el sol brillando alto sobre mi cabeza.
Al día siguiente repetí la misma operación un par de veces, hasta que llegué a un punto, ya en la costa del lago, donde pude por fin continuar cargando las alforjas en Aluminio, lo que me evitaba hacer viajes de ida y vuelta y me ahorraba mucho tiempo. A las cuatro de la tarde del segundo día llegaba a la punta norte del lago, descojonado pero con la cabeza bien alta, tras haber demostrado (¡a qué precio!) que el sendero no era sólo para caminantes.
Luchando en el fango de las trincheras
Pero no creáis que podía relajarme, pues todavía me quedaba un tramo de seis kilómetros en el que debía seguir porteando la bici por un sendero impracticable, éste si, sin alternativas más cómodas. Después me esperaba un descenso de 15Km por un camino de ripio hasta llegar a un paraje llamado Candelario Mancilla, ya en Chile, donde no hay nada más que un destacamento de carabineros, y un pequeño embarcadero donde tomaría un barco que, en cuatro horas de navegación por el lago San Martín, me llevaría, por fin, hasta Villa O`Higgins.
En la punta norte de la Laguna del Desierto hay un destacamento de gendarmes argentinos, dejados de la mano de dios, que me informaron, para mi desesperación, de que no me daba tiempo a tomar el barco de ese día. Eso me suponía esperar tres días hasta el siguiente… tres días,… ¡¡y mis exiguas provisiones no daban más que para un día más!! Intenté pescar en el lago pero no hubo suerte, y además perdí una cucharilla de las dos que me quedaban… esa noche, antes de acostarme, me dediqué a dividir en pequeñas raciones diarias la poca comida que me quedaba. Deprimente.
Al día siguiente, con renovados ánimos y un poco más optimista, a pesar de que mi situación no había mejorado, reemprendí mi camino. Empujé a Formidable Yegua camino arriba, chapoteando en el barro, resoplando, trastabillando, arañándome,… hasta que por fin, después de tres horas, llegué a la frontera Chileno·Argentina, donde por fin retomaba un camino ciclable… ¡¡no cabía en mi de gozo al poder volver a pedalear!! Ahora, todo cuesta abajo hasta Candelario Mancilla. Y ahí, de nuevo, una sorpresa… resulta que el barco del día anterior se había retrasado debido al mal tiempo, con lo que ese día si había barco… ¡mi salvación! Y lo celebré con un banquete a base del poco chorizo y queso que me quedaba, compartido con un caminante inglés que no entendía a qué venía tanta alegría,… ni falta que me hacía.
Amunilio y yo, de crucero romántico por el lago O'Higgins.
Ahora estoy por fin en Villa O`Higgins, un pueblo de apenas trescientos habitantes que parece sacado de una película de buscadores de oro en el lejano Klondike, con calles sin asfaltar, casitas de madera de un solo piso y caballos por las calles. Después de la última casa sólo bosques, montañas, ríos, lagos y una naturaleza, en definitiva, formidable (¡como mi yegua!) La única manera de salir de aquí es en una avioneta que sale dos veces a la semana, o a través de una carretera de ripio con 220Km hasta el siguiente pueblo… creo que mi elección está clara, no?
¡Que el espíritu de Shackleton me acompañe!

4 comentarios:

  1. Una gozada leer tus crónicas. Eskerrik asko!

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  2. Kaixo Aritz....
    Prado Y Guillaume Gara, Montrealen bizi gara eta Datorren astean Puerto Monttera joango gara... Carretera Austral ibiliko gara baina Puerto Monttetik Ushuaiara bizicletaz... Egun batean zu ikusiko dizugu asmatu dugu...

    Ondo ibili eta laster arte!!!!

    Barkatu baina nire euskara es da onena, ikasten ari naiz eta !

    Nire helbidea da nirekin@hotmail.com eta Pradoren mariapradojordan@yahoo.es

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  3. Que pasa Aritz...
    Me pasó tu blog Prado una cicloviajera que debio de coincidir contigo por algun lado. Yo viajo haciendo mas o menos tu misma ruta, pero con un mes de retraso.Yo tambien debo tener el espiritu de Shackleton y el de Admunsen porque tambien hice esos 12 km del lago del desierto. yo los hice en un dia y casi tiro la bici al lago. Vaya ideas que tenemos los del norte. Pasalo bien y pedalea. salud y risas

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  4. jajajaj!

    chicos, viví en El Chaltén unos años y justo el año pasado fui para allá junto a Éter Esther, mi flamante bici-cosmos.

    Hice ese sendero mil veces caminando (antes no tenía las piedras amarillas y en gral te perdías a mitad de camino irremediablemente, terminando cual king-kong entre lengas) PERO NI EN PEDO en bici!!!!!!!!!!!!

    de punta norte a punta sur vía barquito, y eso que el barquito generó muchas cosas negativas...

    así que mis felicitaciones a ambos por semejante paparruchada. Seguramente algún huemul los veía a escondidas.

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