sábado, 11 de diciembre de 2010

El Chaltén, a la sombra del Fitz Roy

¿Alguien ha visto alguna vez un puma? Un puma, no El Puma, y no me vale tampoco en un zoo. Me refiero a un puma de verdad, con garras, y enormes colmillos, y una inquietante mirada que te evalúa como diciendo, "¿a qué sabrá eso de ahí?" ¿No? Yo tampoco, es una pena, debe ser una experiencia electrizante. El único puma que he visto fue en una foto que me mostró Raúl, un estanciero de Cerro Castillo aficionado al rodeo y a las cacerías (furtivas, claro) de pumas, sobre todo cuando en el duro invierno les da por carnear. Un hermoso ejemplar del que sólo se veía la cabeza asomando de la trasera de la ranchera. Ese invierno cayeron catorce, me confesó con orgullo.

¿Por dónde vendrán los indios? Estancia Río Mitre, propiedad de Esteban Etxeberria.
Lo que si he visto es un guinche, o zorrino patagónico que se le dice, más conocido por allá como mofeta. Cabalgaba camino del Perito Moreno en uno de esos eternos crepúsculos que se dan por aquí en estas fechas, con decenas de liebres corriendo por la estepa espantadas a mi paso, cuando de repente un mechón de pelos erizados describiendo eses entre la alta yerba me llamó la atención. Me acerqué y vi con sopresa un animalillo muy simpático, de hermoso pelo con amplias rayas blancas y negras, y una larga cola de pelos cardados. Cuando el entrañable animal se percató de mi presencia, lejos de salir huyendo, vino corriendo hacia mí, deteniéndose a un par de metros de donde yo estaba. Empezó entonces una especie de extraña danza, que yo supuse, erróneamente, un ritual de apareamiento, lo cual era perfectamente lógico, pues numerosos expertos en chanchos, chingues, cicloviajeros y otro animales malolientes, han concluido categóricamente que el olor que despido es clavadito al de un chingue hembra en celo. El caso es que el curioso animalillo, que a mí me recordaba al eternamente enamorado Pepe le Pew de la warner, no paraba de alzarse sobre sus patas traseras y dar pequeños saltitos, a la vez que emitía pequeños bufidos de asmático, mientras yo me divertía sacándole fotos y grabando algún que otro vídeo. Sin embargo, al poco me di cuenta de que empezaba a oler mal, y comprendí la verdadera intención de sus curiosas maniobras: tarde pues, aún hoy, seis días después, mi ropa conserva un nauseabundo recuerdo de ese mal bicho. Ni siquiera el viento glacial del Perito Moreno ha conseguido llevarse lejos ese olor... umh,... es sencillamente abrumador. El Perito digo, no el olor. Escuchar esa enorme lengua de hielo reptando sobre el valle, arañando la dura roca, el hielo resquebrajándose con un eco gutural, cavernoso, y finalmente fragmentos de decenas de metros de alto que se desprenden del frente y caen a las aguas del lago Argentino con un estruendo ensordecedor... te corta la respiración y, de nuevo, vuelves a sentirte insignificante...
El frente del Perito tiene unos cinco kilómetros de largo y sesenta metros de alto, y se mueve a una velocidad de unos dos metros al día... setecientos metros al año, un auténtico río de hielo, de lento movimiento, si, pero apreciable de todos modos.
Vista parcial del Perito Moreno
Lo único que se echa de menos es la prohibición de acceder hasta el glaciar en autobús o cualquier otro vehículo motorizado. Si de mí dependiera, cerraría la carretera de acceso y sólo permitiría la llegada o bien caminando, o bien en bici, modalidad esta última que estaría premiada con la degustación de un suculento asado en alguna chabolilla del bosque. No hay nada que más me joda que llegar a un lugar tan especial después de pelearme con todos los elementos durante un par de días de pedaleada y ver al llegar que hay cientos de turistas que llegan en sus buses, se bajan, sacan sus fotos y se las piran. En fin, el rencorcillo del cicloviajero, le llaman.
Ahora estoy en el Chaltén, un pequeño pueblo encajado en una garganta rocosa, al final de la estepa a la izquierda, a los pies del mítico Fitz Roy. Desde aquí pasaré a Villa O'Higgins, otro pueblito, este en Chile, comienzo de la Carretera Austral. En esta etapa dependo de un barco que sale únicamente los sábados, y he perdido el de hoy porque una inoportuna nevada me impidió salir a tiempo. Eso significa que me quedaré en El Chaltén durante una semana aproximadamente, tiempo que aprovecharé para admirar la mágica montaña del Fitz Roy desde todos los ángulos posibles. El nombre que los Aonikenk, pobladores originales de estas tierras, daban a este monte era Chaltén, que significa montaña que echa humo, y así es, pues un eterno crespón de nubes envuelve su cima, asemejando la fumarola de un volcán activo. Poco más o menos como la Higa de Monreal.

Un coloso de las montañas. Detrás, el Cerro Torre.
El inicio de la carretera Austral supondrá una nueva etapa en mi viaje. Atrás dejaré la estepa que me ha acompañado durante las últimas tres semanas, con su viento, su rala vegetación, sus horizontes infinitos, y daré la bienvenida a la selva Valdiviana, con sus eternas lluvias y brumas. En ella, los frentes cargados de humedad provenientes del Pacífico chocan contras los Andes y descargan miles de litros de agua, favoreciendo una vegetación exhuberante y primitiva, como la que debieron ver los dinosaurios que poblaron la tierra... un escalofrío recorre mi cuerpo, ¡estoy impaciente!

4 comentarios:

  1. Ondo etorriko zaizu astebeteko geldialdia, toki onean zaude. Ea eguraldiak laguntzen duen. Beste mundu batean (Ruta Austral)sartzear zaude orain, urarekin arazorik ez duzu izanen, hotz eta haize gutxiago egiten du eta ripioa ona da. Hori bai, euripean egin beharko kilometro asko. Desbideraketarik egin behar baduzu janaria erosteko edo Caleta Tortel izeneko herriak merezi du bisitaldia. Kontutan izan O´Higgings eta Cochrane artean dauden 215km.-tan amuarrainak besterik ez daudela jateko... (ez da txarra menua). Beno tio, ondo izan. Ni gabonetako txirrindula ibilaldia nabil prestatzen, ziurrenik Teruel eta Cuenca aldera.

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  2. Jo, ya me ha costado ponerme al día en tus ultimas aventurillas, lo de la muerta....joder que fuerte,jejeje.La verdad que escribes precioso.Me imagino perfectamente....el viento, la primera vez que ves a lo lejos el Perito Moreno,la ilusión de hacerte un amigo perro y hasta ese peculiar olor a pies,jejeje.
    Bueno que me muero de envidia y que me encanta que compartas tus emociones y vivencias.
    P.D.En el Chalten hay una cervecería que hacen cerveza casera que esta que te mueres
    Un saludo
    Gorka

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  3. Me puedo imaginar tu olor perfectamente... me extraña mucho que la mofeta con acento francés no se tirase a tus exquisitos pies besándolos desde la punta hasta los dedos de la mano, sin olvidarse claro está de besuquear tu brazo al mismo tiempo que te dedica versos de Charles Baudelaire.
    Bon voyage mon cher ami!!!
    P.D.: yo fui una de esas turistas... que le vamos a hacer... todos no sabemos cómo domar a una yegua formidable como la tuya...

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  4. Hermosas fotos! Lo que más me gustó de Chaltén es el pico Pitz Roy. Su nombre en Teuelche significa “Pico de fuego” o “montaña humeante” porque suele estar envuelto en nubes. Después lo rebautizaron con el nombre de Fitz Roy por el capitán de la nave Beagle, que llevó la expedición de Darwin río Santa Cruz arriba en 1834, hasta llegar a una distancia de 50km. de la cordillera. Tiene una altura de 3405m. Desde el hotel en el Chaltén se veía el pico desde diversos ángulos, siempre tan imponente y desafiador. Hice varias excursiones por los alrededores y me encantó.

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